Archena, un pueblo acogedor, de muy buena gente, en donde el visitante se siente a gusto.

Archena, situada en la Vega del Segura, cierra el acceso al Valle Morisco de Ricote y se abre a la gran llanura huertana que termina en la capital regional. Su eje central, el Segura, recorre el término a lo largo de mas de siete kilómetros, forma a su paso fértiles huertos de agrios y frutales. Representa el agua que ha proporcionado al Valle de Ricote su singularidad y los contrastes de su paisaje entre los vergeles de los regadíos y el desierto de los secanos y de las montañas calizas. Su situación y sus recursos hídricos, aunque siempre escasos, han determinado la existencia de asentamientos humanos que en el caso de Archena, y gracias a una reciente excavación fechada en el período calcolítico, data de seis mil años.

El manantial de agua termal que aflora a escasos dos kilómetros del núcleo urbano es otra referencia fundamental en Archena y probablemente el elemento con el que más se la identifica en el exterior. Las propiedades curativas de sus aguas, ya utilizadas por íberos y romanos, han atraído desde siempre a lo que antiguamente se conocía como humanidad doliente, permitiendo que el de Archena fuese, con mucho, el Balneario mas visitado de España a finales del siglo XIX.

La afluencia de visitantes, que con frecuencia se hospedaban en las casas de los propios vecinos, le ha conferido a la Villa su carácter abierto y ha permitido que el turismo termal, cuando aún no se conocía ese concepto, fuese un complemento de la economía basada, lógicamente en su riqueza agrícola. Archena está enclavada geográficamente en el Valle de Ricote, pero administrativamente ha permanecido alejada durante siglos, porque el resto de las Villas que lo conforman constituían una única Encomienda de la Orden de Santiago, mientras que Archena fue cedida a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén.

El paisaje y la fuerte impronta que dejó sobre él la cultura árabe, las formas de regadío, la condición de último reducto morisco de España, el cultivo de seda o la introducción posterior de los cítricos, así como otros elementos menos evidentes, pero que fueron fundamentales a lo largo del tiempo, como la recogida y manufactura del esparto son, por supuesto, elementos comunes a las villas de la comarca. Hitos fundamentales de los acelerados cambios de los últimos ciento cincuenta años son la llegada del ferrocarril, la vocación exportadora de la producción agrícola o la extensión de las industrias conserveras.